Trate una y mil veces de entenderte, te justificaba tus faltas, te perdone mil veces y decidiste no cambiar.
Pensé que al formar una familia todo seria diferente, que mi hija y yo seriamos tu prioridad. Me dejaste muy claro a quien tu prefieres, a quien amas con el alma y no vas a dejar.
Dolió mucho el comprender que tu amor era mentira, que el tiempo que compartías eran solo migajas, que nunca nos viste como tu familia, que solo buscabas tu bienestar, que fuiste un egoísta, que me manipulaste mil veces, por que yo en ti creía y aunque mi madre me lo decía, mi amor ciego no te podía dejar.
Tenía la esperanza que me amaras como yo te amaba, que mi sueño de una familia se hiciera realidad, tu siempre pusiste pretextos, nunca quisiste dejar tus excesos, yo siempre tenía la culpa de nuestras discusiones, yo era la exagerada, la loca que tergiversaba la realidad.
Hasta ahora he comprendido la triste realidad, de este amor no correspondido, del tiempo perdido, de tu verdadera cara.
Autor: Rosario Edith Valdez Tucari.
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